lunes, 5 de noviembre de 2007

CUENTOS 5: LA ZAPATILLA MÁGICA, POR ANA BALDONEDO.


Esta niña tan sonriente que veis en la fotos es Ana Baldonedo, la autora de esta historia. Ana también pertenecía al grupo de los más pequeños, lo que no ha impedido que trabajase como una campeona. En la segunda foto está muy contenta y orgullosa porque está recibiendo un diploma firmado por las mismísimas hadas: Alfabeta, Ortografía y Gramática.
Espero que disfrutéis con su historia.
Un día fui a una tienda y vi una zapatilla tan bonita… La zapatilla era blanca y verde. Quise comprármelas, pero en la zapatería me dijeron que no podía ser porque la zapatilla estaba desemparejada, no tenía compañera. Le dije a mi madre que nos fuéramos a casa. Cuando llegamos a casa fui corriendo a mi habitación y, muy triste por no poder tener mis zapatillas, me acosté.

La zapatilla blanca y verde tampoco era feliz, le faltaba algo y no sabía qué era. Se hizo de noche y la zapatilla se puso a dormir. De repente apareció una carta. La zapatilla se despertó y en la carta decía: dile a Marta que eres una zapatilla mágica. La zapatilla no sabía que Marta era yo, cuando lo descubrió ya era de día y salió a buscarme, pero tuvo un problema: mis padres y yo habíamos salido en el coche. La zapatilla vino corriendo detrás de nosotros y entró por la ventanilla y me dijo:
— Hola soy mágica.


Llegamos a la playa, La zapatilla vio a un perro precioso negro y marrón que se llamaba Titi y se hicieron amigos. Se fueron a pasear juntos. Cuando iban a cruzar el río apareció un mago y les dijo:
— Ni es cara ni es col ¿cuál es la suma de los dos?
La zapatilla y Titi contestaron:
— Caracol.
Y siguieron andando.

Llegaron al bosque. El bosque tenía demasiados árboles. Allí vieron una casita y entraron. El dueño de la casa era un conejo malvado. Era gris, tenía unas orejas pequeñitas y unos dientes afilados, porque era malvado. El conejo atacó de pronto a la zapatilla que, del susto, perdió el conocimiento. Gracias a Dios que apareció su amigo Titi y comenzó a lamerla para curarla. La zapatilla se recuperó poco a poco. El perrito se zampó de un bocado al conejo malvado y descubrió que en un armario tenía escondida a la compañera de su amiga zapatilla.
Por fin se juntaron las dos zapatillas y la primera se dio cuenta de que su compañera era lo que le faltaba para ser feliz. Emprendieron el viaje de regreso a su zapatería de Castro Caldelas para ver si yo las compraba. Cuando iban tan felices por el camino, aparecieron más conejos malvados. Las zapatillas empezaron a saltar encima de ellos y el perro los arañó (no se los comió porque ya estaba muy lleno). Los conejos se asustaron y salieron corriendo.

Por fin las zapatillas regresaron a su zapatería, donde yo las encontré de nuevo, las compré y ellas me contaron toda esta historia. ¿Sabéis cuáles son los poderes de mis zapatillas? Otro día os lo contaré…



Y COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO